martes, 18 de octubre de 2016

En Mosul, todos juntos contra ISIS, pero no revueltos.

Por Martín Romero

El gobierno iraquí ha lanzado la tan anunciada operación para liberar la ciudad de Mosul, segunda urbe de Irak. El gran conglomerado del norte iraquí contaba con más de tres millones de habitantes en 2014, antes de ser conquistada por las hordas del Estado Islámico. Fue allí donde el grupo terrorista, ante la huída del ejército regular, se hizo de cientos de vehículos militares, toneladas de armamento sofisticado y los tesoros de las casas bancarias.

Si bien pareciera que todos los bandos participantes de la operación trabajan en forma coordinada bajo la premisa de expulsar al Estado Islámico, esto es algo que dista bastante de la realidad. Como ya veremos, el único factor aglutinante es la vocación de arrebatar el control, al menos formalmente, a la organización terrorista sobre la ciudad.

Es el gobierno iraquí el que más desesperado se encuentra, porque representa al bando mas débil, el más condicionado, y por ende, el que más cosas se juega en la liberación de Mosul. La toma de la ciudad pareciera lanzar una carrera  por la conquista de la misma, que quizá de cara a un futuro muy cercano, resuelva a los tiros las diferencias entre quienes participan.

El éxito de la operación supondría  una bocanada de aire fresco para el primer ministro Haider al-Abadi, siempre y cuando sean las fuerzas de Bagdad quienes logren imponer su control, algo que no les resultará nada fácil, debido a la pésima reputación del ejército iraquí.

Podríamos afirmar que serán los resultados de las disputas posteriores a la liberación de la urbe de manos del Daesh las que definan el futuro de Irak, y son varias las facciones que juegan todas sus cartas para sacar el máximo provecho posible.

De por sí, Mosul es una operación militar de mucha complejidad. No solo es la capital del Califato en ese país, sino que es una ciudad donde la organización terrorista cuenta con mecanismos muy asentados de control desde hace un buen tiempo. La cantidad de habitantes que podrían ser víctimas potenciales de los combates condicionarán cualquier combate o ataque a tener como resultado una masacre y una catástrofe humanitaria.

Daesh ya ha disparado a civiles que abandonaban ciudades ante inminentes ataques enemigos, manteniendo como rehenes a los residentes para evitar bombardeos o usándolos de escudos humanos a la hora de retirarse desde núcleos urbanos.

Volviendo a las facciones en pugna, podemos a grandes rasgos, identificarlas a ellas y sus respectivas intenciones, que son bien difereciadas, y que si bien pueden llegar a coincidir en algunos puntos, se contraponen en otros.

La premisa del gobierno de los EEUU es tanto para Siria como para Irak la de “estados débiles, pero unidos”, y Bagdad juega un papel en esos planes. Quizá mas por necesidad que por intenciones propias, el gobierno iraquí es el único bando que cuenta con total apoyo (tanto político como militar) de la coalición liderada por los norteamericanos. El gobierno iraquí y sus aliados buscan que las demás facciones participen “lo menos posible” en la toma de Mosul.

Es Irán otro que juega una carta muy fuerte, debido a que sus aliados sobre el terreno, las milicias chiítas, han tenido avances muy significativos, y han logrado imponer desde hace un buen tiempo varias cuestiones al gobierno con sede en Bagdad. Incluso el ex primer ministro Nuri al-Maliki se había acercado mucho al régimen de Teherán.

Por otro lado, el Gobierno Regional del Kurdistán, que cuenta con apoyo militar de los EEUU y varios países europeos, es una parte fundamental en las fuerzas que lanzaron el asalto. Si bien Masoud Barzani destacó unidad Peshmerga-Ejército Iraquí en la acción, desde Bagdad tienen como intención que las fuerzas kurdas solo actúen como “apoyo” por temor a que el GRK anexione zonas que libere, como ya sucedió en Kirkuk.

En una actitud abarcativa, y tratando de mostrarse contemplativo, el presidente de Irak, el kurdo Fuad Masum, salió a pedir “unidad en apoyo a las fuerzas para liberar Mosul”. Destacó la participación del Ejército, la Policía Federal, la milicia Hashed al-Shaabi y los voluntarios de la propia ciudad, indicando también que “el colapso del Estado Islámico se vuelve inevitable”.

Distintas fueron las declaraciones del clérigo chií Muqtada al-Sadr, quien instó al presidente turco, Recep Tayyip Erdogan a “retirar inmediatamente del territorio iraquí, si no quiere que estas sean expulsadas a la fuerza”. Convocó también a una movilización a la embajada turca. Ante esto, Erdogan respondió que “no acepta órdenes” del gobierno iraquí, el cual debe “conocer sus limitaciones”.

Es el rol de Turquía y su presencia militar en bases ubicadas en territorio controlado por el GRK lo que más polémicas genera. Varios cortocircuitos se generaron con el gobierno de Irak, en el que se combinaron declaraciones cruzadas y movimientos en las unidades desplegadas para demostrar fuerzas. El vicecanciller turco, Ümit Yalçin viajó a Bagdad para persuadir al gobierno iraquí sobre la importancia del aceptar la participación de su país en la reconquista de Mosul.

Todo indicaría que el escenario puede reabrir disputas entre los países vecinos que intervienen activamente en el conflicto, que en parte habían sido saldadas, como sucedió en Siria. Es el caso de Turquía e Irán, quienes habían logrado un acercamiento y varios acuerdos, principalmente tras el fallido golpe de estado por parte de militares turcos disidentes.

Externamente, fueron los EEUU quienes se mostraron mas reticentes con la demanda turca para participar en la ofensiva sobre Mosul. Funcionarios de Washington, habían dejado de lado dichas demandas, e incluso habían instado a los “vecinos de Irak a respetar su soberanía”, en una clara referencia a Turquía. Restaría saber que actitud tomará el Kremlin con respecto a la presencia de tropas turcas en Bashiqah.

Luego del acercamiento significativo que tuvieron Ankara y Moscú, esa presencia de tropas turcas en Irak levanta broncas en el gobierno iraquí y otros actores en la operación, y será la misma administración de Putin la que deba decidir con quien congraciarse en esta oportunidad a la hora de mediar entre sus aliados de Teherán y su nuevo socio regional, Erdogan.

Concluyendo, analistas locales internos y externos, incluso los más optimistas, han coincidido en que la operación puede demorar “varios meses”. La Casa Blanca sigue con muchísima atención los acontecimientos, entre otras cuestiones, de cara a las próximas elecciones presidenciales, y vela por una rápida victoria de las fuerzas iraquíes.

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